Deuda en ascenso: cómo los mandatarios chilenos desde Aylwin hasta Boric hipotecaron el futuro económico del país

Desde el retorno a la democracia en 1990, Chile ha visto crecer su deuda pública bajo los gobiernos de Aylwin, Frei, Bachelet, Piñera y Boric, cada uno enfrentando desafíos económicos únicos que han moldeado el presente fiscal

Editorial21 de abril de 2025Victor Manuel Arce GarciaVictor Manuel Arce Garcia
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Presidente en Democracia

Desde que Chile recuperó la democracia en 1990 con la llegada de Patricio Aylwin al poder, el país ha experimentado una transformación económica notable, pero también un incremento sostenido de su deuda pública. Cada mandatario, desde Aylwin hasta el actual presidente Gabriel Boric, ha enfrentado contextos distintos: transición democrática, auge exportador, crisis globales, desastres naturales y demandas sociales. Sin embargo, un hilo conductor une sus gestiones: el aumento progresivo de las obligaciones fiscales que hoy pesan sobre las arcas nacionales. A continuación, The Times en Español desglosa cómo estos líderes han contribuido a la deuda y qué ha significado para la economía chilena.


Patricio Aylwin (1990-1994): El inicio de la transición con deuda moderada


Patricio Aylwin asumió la presidencia el 11 de marzo de 1990, marcando el fin de la dictadura de Augusto Pinochet. Su gobierno heredó una economía con bajos niveles de deuda pública, cercana al 5% del PIB, gracias a las políticas de ajuste fiscal del régimen militar. Sin embargo, la transición democrática trajo consigo la necesidad de aumentar el gasto social para reducir la pobreza y reparar las desigualdades heredadas.


Durante su mandato, el crecimiento económico fue robusto, alcanzando tasas anuales de hasta un 7%, impulsado por exportaciones como el cobre. A pesar de esto, el endeudamiento comenzó a incrementarse levemente para financiar programas sociales y la reinserción de Chile en los mercados internacionales. Al finalizar su gestión en 1994, la deuda pública rondaba el 8% del PIB, un nivel aún manejable, pero que sentó las bases para un gradual aumento en las décadas siguientes.


Eduardo Frei Ruiz-Tagle (1994-2000): Auge exportador y deuda contenida


Eduardo Frei asumió en un contexto de bonanza económica, con el precio del cobre en alza y una apertura comercial que consolidó a Chile como un actor global. Su administración apostó por la inversión en infraestructura y la firma de tratados de libre comercio, lo que mantuvo un crecimiento promedio del 5% anual. Sin embargo, la crisis asiática de 1997-1998 golpeó las exportaciones, forzando al gobierno a recurrir a financiamiento externo.


Aunque Frei mantuvo una política fiscal prudente, la deuda pública creció hasta aproximadamente el 12% del PIB al término de su mandato en 2000. Este aumento fue moderado, pero reflejó los primeros signos de dependencia de préstamos para sostener el modelo económico neoliberal heredado de la dictadura, que priorizaba el crecimiento sobre la redistribución.


Ricardo Lagos (2000-2006): Infraestructura y el salto al endeudamiento


Ricardo Lagos tomó las riendas en un momento de recuperación tras la crisis asiática. Su gobierno se destacó por grandes proyectos de infraestructura, como la modernización de carreteras y el sistema de transporte público en Santiago (Transantiago). Estas iniciativas, aunque impulsaron el desarrollo, requirieron un aumento significativo del gasto público.


La deuda pública escaló hasta cerca del 15% del PIB al finalizar su mandato en 2006. Lagos también enfrentó presiones sociales por mayor equidad, lo que llevó a incrementos en el gasto en salud y educación. Aunque su administración mantuvo la estabilidad macroeconómica, el endeudamiento marcó un punto de inflexión, evidenciando que el modelo chileno comenzaba a depender más de recursos prestados.


Michelle Bachelet (2006-2010 y 2014-2018): Crisis global

Michelle Bachelet tuvo dos mandatos marcados por desafíos económicos y sociales. En su primera gestión (2006-2010), heredó una economía sólida, pero la crisis financiera global de 2008 obligó al gobierno a implementar medidas de estímulo. La deuda pública, que era del 5.2% del PIB en 2006, subió a un 8.61% (unos 18.7 mil millones de dólares) al entregar el poder a Sebastián Piñera en 2010. Además, el terremoto de 2010, ocurrido semanas antes del fin de su mandato, dejó una factura que su sucesor tuvo que asumir.


En su segundo periodo (2014-2018), Bachelet enfrentó un escenario más complejo: bajo crecimiento económico, caída en los precios del cobre y demandas sociales crecientes. Su apuesta por reformas estructurales, como la educacional y tributaria, incrementó el gasto público. Al cerrar su gestión en 2018, la deuda pública alcanzó un 25.8% del PIB (unos 76.2 mil millones de dólares), triplicándose en una década. Este salto reflejó tanto las crisis externas como las presiones internas por mayor justicia social.


Sebastián Piñera (2010-2014 y 2018-2022): Reconstrucción y pandemia


Sebastián Piñera también tuvo dos gobiernos marcados por eventos extraordinarios. En su primer mandato (2010-2014), heredó el costo de la reconstrucción tras el terremoto de 2010, lo que disparó el endeudamiento. La deuda pública pasó de un 8.61% del PIB en 2010 a un 15.02% (39 mil millones de dólares) en 2014. A pesar de un manejo económico eficiente, la dependencia del financiamiento externo creció.


En su segundo periodo (2018-2022), Piñera enfrentó el estallido social de 2019 y la pandemia de COVID-19. El gasto para mitigar estas crisis fue masivo: subsidios, bonos y apoyo a empresas elevaron la deuda a un 36% del PIB al traspasar el mando a Boric en 2022, equivalente a unos 114,500 mil millones de dólares según estimaciones recientes. Aunque dejó reservas por más de 2 mil millones de dólares, la inflación y la sequía complicaron el panorama económico que heredó su sucesor.

Gabriel Boric: deuda histórica y críticas de la derecha


Con Gabriel Boric, la derecha ve un punto de quiebre. En tres años, la deuda pública ha escalado hacia un proyectado 40% del PIB en 2025, un nivel histórico que alarma a los sectores conservadores. Boric asumió en un contexto de inflación global, bajo crecimiento y demandas sociales heredadas del estallido de 2019. Su agenda, centrada en reformas sociales y ambientales, ha requerido un gasto público significativo, pero la falta de consensos legislativos y una economía debilitada han complicado su ejecución.


La derecha, liderada por figuras como Kast y apoyada por gremios empresariales, acusa a Boric de "fanatismo ideológico" que ha llevado al país a la ruina. En posts recientes en X, usuarios conservadores como @Tor25899035  han afirmado que "miles de chilenos mueren esperando atención mientras el gobierno bloquea clínicas privadas por fanatismo" y que Boric ha dejado "un país dividido, empobrecido y tomado por el caos". Asimismo, @007Artemisa ha criticado su manejo de la seguridad, señalando que "desprestigió a Carabineros" y les quitó presupuesto, dejando al país vulnerable. Estas voces reflejan un sentir que trasciende las redes: para la derecha, Boric es un "comunista" —como lo llamó el ministro argentino Luis Caputo en abril de 2025, según @desde_1965que amenaza el legado de estabilidad económica.


Las críticas se centran en varios ejes. Primero, el aumento del gasto público sin resultados tangibles: la reforma tributaria y de pensiones, pilares de su programa, han enfrentado resistencia en un Congreso fragmentado, limitando ingresos fiscales mientras el endeudamiento crece. Segundo, la seguridad: el deterioro del orden público, con un alza en homicidios y crimen organizado, es atribuido por la derecha a una postura "blanda" de Boric hacia las fuerzas policiales y a su rechazo inicial a medidas duras. Tercero, la economía: con un crecimiento proyectado de apenas 2% en 2025 y una inflación persistente, los conservadores argumentan que Boric ha enterrado el modelo neoliberal que hizo de Chile un "milagro económico", sin ofrecer una alternativa viable.


Respuesta de Boric y tensiones con la derecha


Boric ha intentado moderar su discurso desde 2022, alejándose de promesas radicales como "enterrar el neoliberalismo" y apostando por un pragmatismo que incluyó nombrar a Mario Marcel, un economista respetado, como ministro de Hacienda. Sin embargo, esto no ha aplacado a la derecha. La candidata Evelyn Matthei, por ejemplo, lo acusó de "activista digital" tras un cruce en abril de 2025 por una entrevista de 1999,  evidenciando una polarización que persiste. Kast, por su parte, ha capitalizado el descontento, posicionándose como una alternativa de orden y disciplina fiscal para las elecciones de 2025.
La derecha también critica la gestión de crisis específicas. El manejo de la migración, con un aumento de flujos en el norte, ha sido tildado de caótico por @antofaopina2022


, que asegura que Boric busca "dejar el país endeudado y lleno de migrantes" para complicar a sus sucesores. Además, el rechazo a dos propuestas constitucionales —una progresista en 2022 y otra conservadora en 2023— es visto como un fracaso de su liderazgo, aunque Boric lo defiende como un "aprendizaje" democrático.


Perspectivas y desafíos económicos


La deuda pública, que pasó de un 5% del PIB en 1990 a un proyectado 40% en 2025, no es exclusiva de Boric, pero su administración ha acelerado la tendencia en un contexto adverso. La derecha argumenta que este nivel amenaza la solvencia de Chile, elevando costos de financiación y reduciendo la inversión privada. Sin embargo, el gobierno destaca que las reservas de Piñera (unos 2 mil millones de dólares) y un historial de responsabilidad fiscal mantienen al país lejos de una crisis como la de Argentina o Venezuela, ejemplos que la derecha usa para alarmar.


El choque con la derecha no es solo económico, sino ideológico. Mientras Boric busca un Estado más activo en equidad y sostenibilidad, los conservadores defienden el mercado libre y la austeridad. Con un año de mandato por delante, el presidente enfrenta el reto de demostrar que su modelo puede "entregar resultados", como dijo en 2024 a El País, frente a una oposición que ya prepara su retorno al poder.

Sin embargo, no todo es negativo. Su gobierno ha avanzado en estabilizar el déficit fiscal, reduciéndolo de un -3.3% en 2022 a un proyectado -1.9% en 2025. La inversión extranjera directa alcanzó 21,700 millones de dólares en 2023, la mayor desde 2015, y el riesgo país está en mínimos desde 2018. Estas señales sugieren que, pese al endeudamiento, Chile mantiene credibilidad internacional.

La trayectoria de la deuda bajo Boric


En sus tres años de gobierno, la deuda pública ha crecido a un ritmo acelerado. Según el Informe de Finanzas Públicas del primer trimestre de 2022, el gobierno proyectó estabilizar la deuda en un 43.9% del PIB para 2025, manteniéndola bajo el umbral del 45% considerado prudente para Chile. Sin embargo, estimaciones más recientes, ajustadas a la inflación y al gasto social, sugieren que podría superar ese límite al cierre de su mandato en 2026.


2022: La deuda cerró en un 38.8% del PIB, un aumento de casi 3 puntos respecto al 36% heredado de Piñera. El déficit fiscal estructural se situó en un -3.3% del PIB, reflejando un gasto sostenido para mitigar la inflación y cumplir promesas sociales.


2023: El endeudamiento alcanzó el 40.5% del PIB, impulsado por el costo de iniciativas como el aumento del sueldo mínimo a 500,000 pesos y subsidios habitacionales. El pago de intereses ascendió a 3,633 millones de dólares, un 13% más que en 2022.


2024: Proyecciones oficiales estiman un 42% del PIB, pero posts en X como el de @zurditabella261
 señalan que ya en enero de 2025 se habría superado ese nivel, un récord desde 1990. El gasto en intereses trepó a 4,000 millones de dólares, un 25% más que en 2022.


2025-2026: Si las tendencias persisten, la deuda podría cerrar entre un 43% y 45% del PIB al final de su mandato, con un peak en intereses de 4,747 millones de dólares en 2026, según el Informe de Finanzas Públicas de 2022. Esto representa un aumento del 46% en el costo financiero respecto al gobierno anterior de Piñera (2018-2022), que pagó 10,477 millones en intereses frente a los 15,288 millones proyectados para Boric (2022-2025).


Factores detrás del aumento


Varios elementos explican este incremento:


Gasto social: Boric ha priorizado políticas como el Plan de Emergencia Habitacional (construcción de 260,000 viviendas al 2026), la condonación parcial del Crédito con Aval del Estado (CAE) y la reparación de la deuda histórica de profesores, anunciada en diciembre de 2024. Aunque estas medidas buscan equidad, su costo ha presionado las arcas fiscales.


Seguridad: El alza del crimen organizado y la inseguridad pública han obligado a invertir en Carabineros y prisiones, con un plan de 4,796 nuevas plazas penitenciarias al 2026 y 360,000 millones de pesos en infraestructura hasta 2028.


Reformas estancadas: La reforma tributaria, clave para financiar su programa, fue rechazada en 2023 y sigue sin avanzar en el Senado. Esto ha forzado al gobierno a recurrir a deuda externa en lugar de nuevos ingresos fiscales.


Contexto global: Tasas de interés más altas y un crecimiento del PIB por debajo del 3% han encarecido el endeudamiento y reducido el margen fiscal. El Consejo Fiscal Autónomo recomendó un crecimiento de la deuda menor al 1.6% anual entre 2025 y 2028, pero Boric ha superado ese límite.


Escenarios futuros


El legado económico de Boric dependerá de su último año. Si logra aprobar la reforma tributaria y contener el gasto, podría mitigar el aumento de la deuda y dejar un fisco más equilibrado. De lo contrario, su sucesor —posiblemente por la derecha  Evelyn Matthei o José Antonio Kast  y por la Izquierda Jeannte Jara o Carolina Tohá  según encuestas de 2025— heredarán un país con menos margen fiscal, vulnerable a shocks externos y con demandas sociales insatisfechas.

 
La evolución de la deuda pública en Chile desde 1990 es un espejo de sus prioridades y limitaciones como nación. Aylwin y Frei sentaron las bases de una economía abierta, pero con un costo fiscal inicial bajo. Lagos y Bachelet, desde la centroizquierda, apostaron por mayor gasto social, incrementando la deuda en pos de equidad, aunque con resultados mixtos. Piñera, desde la derecha, enfrentó crisis excepcionales que justifican parte del endeudamiento, pero su legado económico es debatido: mientras algunos destacan las reservas dejadas a Boric, otros critican la inflación y la sequía como herencias tóxicas.

La crítica de la derecha a Boric es un reflejo de la polarización que define a Chile hoy. Su diagnóstico no carece de fundamento: la deuda ha crecido, la seguridad se ha deteriorado y la economía no despega. Sin embargo, atribuir estos problemas solo a Boric ignora el contexto global y las herencias de administraciones previas. The Times en Español considera que la derecha exagera al pintar a Boric como un "comunista" destructor; su gestión, aunque errática en seguridad y lenta en reformas, no ha roto la estabilidad macroeconómica chilena. 


El verdadero desafío no es solo de Boric, sino estructural: Chile necesita un consenso fiscal que trascienda izquierdas y derechas, algo que ni Kast ni Matthei han propuesto con claridad. La deuda es un síntoma, no la enfermedad; la polarización y la falta de diálogo son el mal de fondo. Si la derecha busca capitalizar el descontento en 2025, deberá ofrecer más que críticas: un plan concreto para un país que, aunque endeudado, aún no está "hundido".


Este panorama sugiere una pregunta crítica: ¿es el modelo neoliberal chileno sostenible a largo plazo? The Times en Español considera que, más allá de culpar a un mandatario específico, el problema radica en la falta de una estrategia fiscal consensuada entre izquierda y derecha. La deuda no es solo un número, sino un reflejo de las tensiones entre crecimiento, equidad y estabilidad. Chile necesita un debate profundo sobre cómo financiar sus ambiciones sin hipotecar a las futuras generaciones.

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