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José Antonio Kast: Un Cambio Radical en la Política Chilena
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La implementación de teletrabajo y horarios flexibles en Chile genera dudas sobre su efectividad y costos, en medio de un debate sobre la eficiencia del sector público.
Editorial10/06/2025
Victor Manuel Arce Garcia
La reciente adopción del teletrabajo en este gobierno y de horarios flexibles en el sector público chileno ha provocado un profundo debate, resaltando tanto sus ventajas como sus retos. Estos cambios, promovidos como parte de una modernización de la administración estatal, han generado inquietudes sobre sus implicaciones económicas y la posible falta de supervisión, lo que exige una revisión urgente y exhaustiva.
Desde el inicio de la emergencia sanitaria a causa de la COVID-19, el teletrabajo se ha convertido en una herramienta fundamental para el funcionamiento del sector público en Chile. Según la Dirección de Presupuestos (Dipres), durante la pandemia, un 60% de los funcionarios públicos trabajó desde sus hogares, a pesar de la ausencia de regulaciones específicas. Aunque la Ley N° 21.526 establece que hasta un 20% de algunos servicios públicos pueden operar de manera remota, con un mínimo de tres días presenciales a la semana, persisten las dudas sobre la supervisión del rendimiento laboral.
Un estudio de la Universidad de Chile subraya la necesidad de transformar la cultura organizacional y de dotar de una infraestructura adecuada para evitar la precarización laboral y garantizar la eficiencia en el trabajo. "Sin un marco adecuado y una cultura sólida, el teletrabajo podría resultar ser un mero mito de eficiencia", enfatizan los investigadores.
La Ley N° 21.220 se implementó con el objetivo de equilibrar la vida laboral y personal, especialmente para quienes tienen responsabilidades familiares. La subsecretaria de Hacienda resalta que esta flexibilidad mejora la calidad de vida de los trabajadores. Sin embargo, organismos como el Servicio Nacional del Consumidor (Sernac) y el Instituto Nacional de Estadísticas (INE) han reportado incrementos en las ineficiencias dentro del sector.
Uno de los aspectos más polémicos es la puntualidad en el sector público. En muchos casos, funcionarios han llegado hasta dos horas tarde, un comportamiento que no solo implica un inconveniente, sino que también plantea serios desafíos para la gestión institucional y el bienestar de los empleados puntuales.
Las tardanzas de algunos empleados generan desajustes en la planificación del día a día. Por ejemplo, quienes cumplen con su horario deben quedarse más tiempo en la oficina debido a reuniones programadas a las 5:30 p.m. Esto no solo afecta su tiempo personal y la conciliación de la vida laboral y familiar, sino que también crea un ambiente laboral tenso e ineficiente.
Dicha carga adicional de trabajo puede afectar negativamente la moral del equipo, provocando frustración y resentimiento entre aquellos que cumplen con sus horarios y los que no asumen su responsabilidad laboral. Este clima puede resultar en una disminución de la productividad y afectar las relaciones interpersonales.
Otro tema crítico es la falta de regulación por parte de las jefaturas. En ocasiones, estas autoridades se sienten intimidadas por grupos gremiales que protegen a ciertos funcionarios, lo que resulta en un entorno en el que los incumplidores no enfrentan consecuencias. Aunque esta protección puede parecer un beneficio, termina perjudicando a quienes cumplen con su deber.
Los gremios, que deberían abogar por los derechos de todos los empleados, en algunos casos pueden convertirse en defensores de la ineficiencia. Esta situación afecta la imagen del servicio público, que debería ser un referente de responsabilidad y compromiso ante la ciudadanía.
Es crucial que las instituciones revisen las políticas de asistencia y puntualidad. Implementar mecanismos claros de control y consecuencias para quienes no cumplen con su horario podría ser una solución. Esto debería incluir sanciones adecuadas pero también incentivos para aquellos que cumplen regularmente con sus obligaciones.
Asimismo, establecer programas de conciliación laboral y familiar podría ser altamente beneficioso, permitiendo un equilibrio entre las demandas laborales y las necesidades personales, lo que se traduciría en un aumento de la satisfacción y la productividad.
La puntualidad y la responsabilidad son esenciales para el buen funcionamiento del servicio público. Abordar las tardanzas y la falta de regulación no solo beneficiará a los empleados puntuales, sino que también fortalecerá la institucionalidad y la confianza pública en sus servidores. Es momento de fomentar una cultura de compromiso y responsabilidad en el sector público que incentive a todos a contribuir a un ambiente laboral equitativo y productivo.
La ausencia de control en el sector público es un factor decisivo en esta discusión. A diferencia del sector privado, que cuenta con herramientas como Geo Victoria para un monitoreo efectivo, el Estado carece de sistemas que faciliten esta supervisión. Funcionarios del Ministerio de Hacienda han admitido que "muchos colegas desconectan sus computadoras después de las 17:30, aunque sus tareas no estén finalizadas, y llegan a trabajar a las 10:00 a.m." Este problema genera dudas sobre la efectividad del teletrabajo.
Además, muchos funcionarios no trabajan desde sus hogares sino que eligen ubicaciones rurales o alejadas para desempeñar sus labores, lo que plantea preguntas sobre la dinámica laboral actual.
Chile enfrenta el reto de modernizar su sector público sin sacrificar la eficiencia. Es necesario adoptar tecnologías avanzadas de monitoreo y establecer regulaciones más estrictas para el horario flexible en respuesta a las demandas ciudadanas de mayor transparencia en el uso de recursos públicos.
La actual administración se encuentra en un dilema político: modernizar el empleo público es fundamental, pero la falta de controles alimenta las acusaciones de ineficiencia. Sin un compromiso inmediato hacia una reforma cultural que fomente la responsabilidad y la transparencia, el teletrabajo podría convertirse en un símbolo de ineficiencia en lugar de una herramienta para avanzar hacia una administración pública más moderna y efectiva.

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