Donald Trump sacude el tablero automotriz y Mark Carney le planta cara con clase canadiense

En Columbia Británica, el primer ministro Mark Carney respondió con firmeza y un toque elegante a las amenazas de Donald Trump de marginar los autos canadienses del mercado norteamericano. "Aquí decidimos nosotros", afirmó, frente a un Trump que agita aranceles del 25% como si fueran decretos reales. Tensión comercial con diplomacia de por medio.

Mundo24 de abril de 2025The Times en EspañolThe Times en Español
Mark Carney
E P A - E F E / G R A H A M H U G H E S

Vancouver, Columbia Británica, 24 de abril de 2025 – El pacífico escenario de Columbia Británica se convirtió este jueves en el telón de fondo de una réplica contundente pero pulida del primer ministro canadiense, Mark Carney, a las recientes bravatas comerciales del presidente estadounidense Donald Trump. Con la serenidad de quien ha manejado crisis financieras globales y un dejo de cortesía que no oculta su determinación, Carney dejó claro que Canadá no cederá ante las amenazas arancelarias de su vecino del sur. "Dijo que no quiere que Canadá participe en la industria automotriz norteamericana. Permítanme ser claro: esto es Canadá; nosotros decidimos lo que sucede aquí", declaró en un discurso que resonó entre el rumor de los pinos y el eco del Pacífico.


El origen de este roce diplomático está en las palabras de Trump, quien, con su habitual estilo de torbellino, anunció a periodistas que "no quiere autos canadienses" en el mercado estadounidense y sugirió que el arancel actual del 25% sobre los vehículos importados desde Canadá podría escalar aún más. Para el presidente, que parece ver el comercio como una partida de Monopoly donde él siempre gana, la industria automotriz canadiense es una afrenta a su mantra de "América primero". "Queremos hacerlos nosotros mismos", insistió Trump, como si fabricar autos fuera tan simple como estampar su nombre en una torre dorada.


Carney, desde Vancouver, no dejó que la provocación pasara desapercibida, pero optó por una respuesta que equilibra fuerza y finesse. "Canadá no se doblega ante presiones externas; construimos nuestro futuro con nuestras propias manos", afirmó, en lo que podría leerse como un recordatorio cortés de que su país no es un patio trasero que Washington pueda redecorar a gusto. El premier, con su pasado como banquero central y una habilidad innata para mantener la calma, también anunció un fondo de 2 mil millones de dólares para fortalecer la industria automotriz local, una señal de que Canadá está listo para capear el temporal sin perder la compostura.


La industria en cuestión no es un detalle menor. Con más de 125 mil empleos directos y exportaciones anuales cercanas a los 50 mil millones de dólares a Estados Unidos, según cifras oficiales, el sector automotriz canadiense –con epicentro en Ontario– es una arteria vital de la economía. Empresas como General Motors, Toyota y Stellantis dependen de una cadena de suministro que cruza la frontera con la fluidez de un río. Sin embargo, el arancel del 25% ya ha causado estragos –la planta de Stellantis en Windsor estuvo parada meses–, y un aumento podría ser devastador. "Es un riesgo para ambas economías", señala la economista Diane Swonk, subrayando que el proteccionismo de Trump podría dispararle en el pie a los propios consumidores estadounidenses.


Desde Ottawa, la respuesta no se ha limitado a palabras elegantes. El gobierno ya impuso aranceles recíprocos del 25% a vehículos estadounidenses que incumplan el T-MEC, el acuerdo que Trump renegoció con bombo y platillo en su primer mandato. Además, Carney ha insinuado que podría haber más medidas en la recámara, desde ajustes en las exportaciones energéticas hasta campañas para recordar a los votantes estadounidenses que los aranceles son, en última instancia, un castigo que ellos mismos pagarán en el precio de sus camionetas. "Tenemos herramientas y las usaremos con precisión", dijo un funcionario cercano al premier, con la discreción típica de un gobierno que prefiere los bisturíes a los martillos.


Trump, mientras tanto, sigue fiel a su guión. Desde Washington, donde cada día parece un episodio nuevo de su propio show, el presidente ha hecho de los aranceles su carta de presentación en este segundo mandato. Su visión de un Estados Unidos autosuficiente choca con la realidad de una economía interconectada, pero eso no parece detenerlo. "Canadá no nos va a ganar esta vez", afirmó, sin aclarar cómo define "ganar" en un juego donde ambos lados podrían salir perdiendo. Analistas como Stephen Tapp estiman que un arancel más alto añadiría hasta 6 mil dólares al precio promedio de un auto en Estados Unidos, un regalo envenenado para sus propios electores.


En Canadá, el desafío de Trump ha generado una rara unidad. Doug Ford, premier de Ontario, respaldó a Carney con un tono más rudo: "No vamos a dejar que nos pisoteen". Incluso Pierre Poilievre, líder conservador y contendiente en las elecciones del 28 de abril, se sumó al coro, prometiendo incentivos fiscales para los fabricantes locales. En Quebec, donde el nacionalismo suele mirar hacia adentro, las encuestas muestran un apoyo creciente a la postura de Ottawa. "Trump nos está dando un enemigo común", bromeó un columnista de Montreal, y no está del todo equivocado.


El trasfondo de esta pulseada es una relación comercial que alguna vez fue modelo de cooperación. Canadá y Estados Unidos comparten una de las cadenas de suministro más integradas del mundo, con piezas que cruzan la frontera varias veces antes de que un auto esté listo para rodar. Pero Trump parece decidido a romper esa armonía, mientras Carney apela a la razón sin perder el aplomo. "Somos socios, no peones", dijo el premier, una línea que destila diplomacia pero también traza una línea en la arena. Si Trump sube la apuesta, Canadá promete responder –con mesura, pero sin titubear–.


El enfrentamiento tiene un aire de teatro político. Trump, con su estilo de ariete, contra Carney, el estratega que prefiere ganar con una sonrisa discreta. La industria automotriz, atrapada en el medio, espera que la cordura prevalezca, pero los expertos no son optimistas. "Si esto escala, veremos plantas cerradas y precios por las nubes", advierte Flavio Volpe, de la Asociación de Fabricantes de Piezas Automotrices. Por ahora, Carney mantiene la ventaja moral –y tal vez narrativa–, pero el desenlace sigue en el aire.
 

En The Times en español, observamos que el duelo Trump-Carney es un choque de titanes con guantes de terciopelo. Según nuestro archivo (The Times en español, 12 de abril de 2025), Trump lleva meses jugando al sheriff comercial, pero enfrentarse a un Carney en modo diplomático podría ser su Waterloo –o al menos un buen chiste–. Reportes previos (The Times en español, 22 de marzo de 2025) calculan que un arancel al 50% costaría a Canadá 12 mil empleos, pero también le daría a Trump un dolor de cabeza con votantes furiosos por autos caros. La sátira está en que ambos creen ganar, mientras el T-MEC tiembla. 
 


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