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La Universidad de Harvard ha presentado una demanda contra la administración de Donald Trump, acusándola de imponer recortes ilegales de financiación federal que comprometen su autonomía y la investigación científica.
Estados Unidos21 de abril de 2025Estados Unidos - La Universidad de Harvard, la institución académica más antigua y una de las más prestigiosas de Estados Unidos, ha iniciado una batalla legal sin precedentes contra la administración del presidente Donald Trump. El lunes 21 de abril de 2025, la universidad presentó una demanda formal en el Tribunal de Distrito Federal de Massachusetts, acusando al gobierno de ejecutar recortes “arbitrarios e inconstitucionales” a su financiación federal. La acción legal responde a la reciente congelación de 2.2 mil millones de dólares en subsidios plurianuales y 60 millones en contratos, una medida que Harvard califica como un ataque directo a su independencia y a la libertad académica.
El conflicto comenzó a gestarse a principios de abril, cuando el gobierno de Trump, a través de su Fuerza Conjunta para Combatir el Antisemitismo, exigió a Harvard una serie de cambios en sus políticas internas para mantener su acceso a casi 9 mil millones de dólares en fondos federales. Entre las demandas estaban la eliminación de los programas de diversidad, equidad e inclusión (DEI), la prohibición de máscaras en protestas estudiantiles y auditorías para garantizar la “diversidad de puntos de vista” en el cuerpo estudiantil y docente. Estas condiciones, según la administración, buscaban abordar supuestas violaciones a la Ley de Derechos Civiles de 1964 (Título VI), relacionadas con el manejo del antisemitismo en el campus tras un año de protestas pro-palestinas.
El presidente de Harvard, Alan M. Garber, rechazó públicamente estas demandas el 14 de abril en una carta a la comunidad universitaria, afirmando: “Ningún gobierno, sin importar el partido en el poder, debería dictar qué pueden enseñar las universidades privadas, a quién pueden admitir o contratar, ni qué áreas de estudio pueden perseguir”. Horas después, el gobierno respondió congelando los fondos, una acción que Harvard interpreta como una represalia política. El 20 de abril, The Wall Street Journal reportó que la administración planeaba recortar otros mil millones de dólares en fondos de investigación sanitaria, intensificando la presión.
La demanda presentada por Harvard argumenta que los recortes violan la Primera Enmienda, que protege la libertad de expresión, y el Título VI, que requiere procedimientos específicos —como investigaciones formales y notificación al Congreso— antes de suspender fondos federales. “El gobierno ha detenido el flujo de fondos como parte de una campaña para forzar a Harvard a someterse a su control sobre los programas académicos. Eso, en sí mismo, viola nuestros derechos constitucionales”, sostienen los abogados de la universidad en la querella. Además, acusan a la administración de usar el antisemitismo como pretexto para imponer una agenda ideológica conservadora, señalando que los recortes afectan investigaciones médicas y científicas “sin relación alguna” con las acusaciones.
El impacto de esta congelación es devastador. Harvard recibe anualmente cerca de 9 mil millones de dólares en fondos federales, de los cuales 7 mil millones se destinan a investigaciones en salud, como ensayos clínicos para enfermedades como el Alzheimer. En un reciente ayuntamiento en la Escuela de Medicina de Harvard, la decana ejecutiva Lisa M. Muto advirtió que la pérdida de fondos obligará a recortes de personal y programas. “Es una noticia sombría que muchos esperaban, pero transparentarla es difícil para todos nosotros”, afirmó Muto según una grabación obtenida por The Harvard Crimson.
Este no es el primer enfrentamiento entre Harvard y Trump. En 2021, bajo la presidencia de Lawrence S. Bacow, la universidad demandó exitosamente al gobierno por políticas migratorias que afectaban a estudiantes internacionales durante la pandemia. Sin embargo, la magnitud actual del conflicto es histórica. A diferencia de Columbia University, que cedió a demandas similares tras perder 400 millones de dólares en marzo, Harvard ha optado por la resistencia, respaldada por su endowment de 53.2 mil millones de dólares y una venta reciente de bonos por 750 millones para mitigar el impacto financiero.
La comunidad académica y política ha reaccionado con fuerza. Profesores de Harvard, junto a la Asociación Americana de Profesores Universitarios (AAUP), ya habían presentado una demanda el 11 de abril buscando una orden de restricción temporal contra los recortes, argumentando que eran una “pistola en la cabeza” para la universidad. Nikolas Bowie, profesor de Derecho en Harvard, expresó a NPR: “Es indignante que el presidente retenga investigaciones vitales como rehén para castigar a académicos por sus posturas políticas”. Mientras tanto, figuras como Barack Obama, exalumno de la Escuela de Leyes, y presidentes de otras universidades han apoyado públicamente la postura de Harvard.
Trump, por su parte, ha intensificado su retórica. En un mensaje en Truth Social el 16 de abril, sugirió revocar el estatus de exención fiscal de Harvard, acusándola de promover “ideologías radicales” y “enfermedad inspirada en el terrorismo”. La portavoz de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, defendió las acciones del gobierno, alegando que buscan “terminar con el antisemitismo desenfrenado” en los campus y asegurar que los dólares de los contribuyentes no financien “discriminación racial o violencia”.
El caso ha desatado un debate nacional sobre los límites del poder gubernamental frente a las instituciones privadas. Expertos legales como Kermit Roosevelt, de la Universidad de Pensilvania, считают que Harvard tiene un caso sólido, especialmente por las violaciones al Título VI y la Ley de Procedimiento Administrativo. “Parece que la administración actúa sin preocuparse por la ley”, afirmó Roosevelt a The Washington Post. Una victoria para Harvard podría inspirar a otras universidades —como Princeton o Cornell, también bajo amenaza— a resistir, mientras que una derrota podría marcar el fin de esta oposición.
A medida que el litigio avanza, el enfrentamiento promete repercusiones profundas. Más allá de los fondos, está en juego el principio de autonomía universitaria frente a las presiones políticas, un tema que resuena en un país polarizado. Con protestas nacionales programadas y el apoyo creciente de la comunidad académica, Harvard se posiciona como un baluarte contra lo que muchos ven como un abuso de poder sin precedentes.
Desde The Times en español, observamos que la demanda de Harvard contra la administración Trump es un punto de inflexión en la lucha por la independencia académica. La universidad no solo defiende sus intereses, sino que desafía una tendencia preocupante de intervención gubernamental en la educación superior, disfrazada de medidas contra el antisemitismo.
Si bien las preocupaciones sobre la discriminación en los campus son legítimas, los recortes masivos y las demandas ideológicas de Trump parecen más un ajuste de cuentas político que una solución razonada. La resistencia de Harvard, respaldada por su poder financiero y prestigio, podría redefinir los límites entre el gobierno y las instituciones privadas, pero también corre el riesgo de escalar un conflicto que dañe irreparablemente la investigación científica y la confianza pública en la academia. Este caso será un termómetro de la fortaleza democrática en tiempos de polarización.
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