Chile enfrenta una profunda crisis de liderazgo y confianza, advierte presidente de Carozzi

En una carta a los accionistas, Gonzalo Bofill Velarde, presidente de Empresas Carozzi, lanza un duro diagnóstico sobre el estancamiento económico, la inseguridad y la descomposición moral que afectan a Chile, exigiendo un cambio urgente en la política y la gestión estatal.

Chile09 de abril de 2025The Times en EspañolThe Times en Español
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Gonzalo BofillCarrozzi

SANTIAGO, Chile – En un análisis contundente y sin concesiones, Gonzalo Bofill Velarde, presidente de Empresas Carozzi, ha puesto el dedo en la llaga sobre la crítica situación que atraviesa Chile. En su carta anual a los accionistas, publicada esta semana, el empresario destacó el contraste entre el crecimiento de su compañía en 2024 y el estancamiento del país, señalando que las “malas decisiones de la última década” han erosionado la confianza y paralizado la inversión, afectando especialmente a la clase media.


Bofill no escatimó en críticas al señalar que Chile, que hace 15 años aspiraba a convertirse en un país desarrollado en una década, ahora enfrenta una proyección desalentadora: según expertos, al ritmo actual de crecimiento económico, ese objetivo podría demorar entre 40 y 50 años. “Hemos perdido el rumbo”, afirmó, subrayando que la seguridad y una economía dinámica son los dos grandes desafíos pendientes para recuperar la calidad de vida de los chilenos.


En materia de seguridad, el presidente de Carozzi calificó la situación como una carrera contra el tiempo. Aunque reconoció avances legislativos recientes, insistió en que se necesita un “pacto nacional” que dote a las policías y Fuerzas Armadas de mayor respaldo para combatir el crimen organizado, proteger la infraestructura crítica y controlar las fronteras. También llamó a los gobiernos locales a recuperar las ciudades del comercio irregular y las incivilidades.


En el ámbito económico, Bofill apuntó a la “permisología”, la ideología antiempresarial y la corrupción como lastres que frenan a los emprendedores y limitan las oportunidades. “La confianza se ha perdido”, sentenció, advirtiendo que sin una economía vigorosa, el bienestar social seguirá siendo una meta esquiva.
El empresario no se detuvo ahí. Denunció una “acelerada descomposición moral” en la sociedad chilena, citando escándalos como el caso fundaciones, el caso audios y episodios de corrupción en municipios, la judicatura y el Parlamento. Para él, estos eventos reflejan una pérdida de valores compartidos y una crisis de liderazgo político que privilegia intereses personales sobre el bien común.


Finalmente, Bofill abogó por una modernización del Estado como clave para mejorar la productividad y garantizar mejores servicios sociales. Criticó el marco legal “anacrónico y rígido” que rige el empleo público, calificándolo de obstáculo para una administración eficiente. “Que el Estado funcione bien es un deber de justicia para con los contribuyentes y un deber moral para con los ciudadanos”, concluyó.
 

El diagnóstico de Gonzalo Bofill Velarde no es solo un reflejo del sentir de un sector del empresariado chileno, sino un llamado de atención que resuena en un país atrapado entre la nostalgia de su pasado promisorio y la incertidumbre de un futuro que se aleja. Desde las páginas de su carta a los accionistas, el presidente de Carozzi articula lo que muchos perciben pero pocos se atreven a decir con tanta claridad: Chile está en una encrucijada.
Sus palabras, cargadas de pragmatismo y urgencia, exponen las fracturas de una nación que, tras una década de turbulencias políticas y sociales, parece haber perdido el norte. La mención a la permisología y la corrupción no es nueva, pero al enmarcarlas como obstáculos directos para la clase media, Bofill conecta con el pulso de una sociedad agotada por la falta de oportunidades.

Su énfasis en la seguridad, además, llega en un momento en que el crimen organizado ha puesto en jaque la percepción de estabilidad que Chile solía ostentar en la región.


Sin embargo, el análisis de Bofill no está exento de cuestionamientos. Si bien su propuesta de un “pacto nacional” suena atractiva, carece de detalles concretos sobre cómo lograrlo en un contexto de polarización política. Asimismo, su crítica a la “ideología contraria a la iniciativa privada” podría interpretarse como una defensa corporativa más que como una solución inclusiva. Aún así, su llamado a modernizar el Estado y a recuperar valores compartidos encuentra eco en un país que clama por liderazgo y cohesión.


En un tono que combina autoridad y desencanto, Bofill ha elevado el debate público. Queda por ver si sus palabras inspirarán acción o se perderán en el eco de una crisis que, como él mismo advierte, no da tregua.
 

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