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Israel lanza una ofensiva aérea contra instalaciones nucleares y plantas de misiles en Teherán, Irán, visando el programa nuclear iraní y su capacidad de misiles balísticos, según las FDI.
18 de junio de 2025
Diego Arenas
Teherán, Irán – En la madrugada del miércoles 18 de junio, el cielo de Teherán, Irán, se iluminó con explosiones que resonaron en la noche, marcando un punto culminante en el conflicto entre Israel e Irán. Aviones de combate de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) ejecutaron una serie de ataques aéreos coordinados contra instalaciones nucleares y plantas de producción de misiles balísticos en un esfuerzo por desmantelar lo que consideran una amenaza directa para la seguridad regional. Este operativo, denominado "Rising Lion", busca neutralizar elementos clave del programa nuclear iraní y su infraestructura militar.
Golpe a la infraestructura nuclear iraní
El ataque aéreo israelí se centró, en gran medida, en una planta de producción de centrifugadoras en Teherán, instalaciones esenciales para el enriquecimiento de uranio. Este proceso, crucial para el desarrollo de armas nucleares, encierra peligros significativos, dado que Irán ha sido objeto de acusaciones por parte de Israel y naciones occidentales que lo acusan de tener fines militares. “Nuestra operación tiene como objetivo desmantelar la capacidad del régimen iraní para avanzar en su programa de armas nucleares”, expresó el portavoz de las FDI, Brig. Gen. Effie Defrin, en un comunicado emitido a través de Telegram.
Asimismo, los ataques también impactaron el Centro de Investigación Nuclear y otros sitios en Teherán, que según fuentes de inteligencia israelí, producen materias primas fundamentales para el enriquecimiento de uranio. Las imágenes satelitales difundidas por Maxar Technologies documentan daños estructurales considerables, con columnas de humo elevándose desde las instalaciones atacadas. En una declaración posterior, la Agencia Internacional de Energía Atómica (IAEA) confirmó que no se habían encontrado niveles de radiación alarmantes, aunque expresó su inquietud sobre la seguridad de tales instalaciones. “Los sitios nucleares nunca deben ser atacados, independientemente de las circunstancias”, declaró su director, Rafael Grossi, durante una reunión del Consejo de Seguridad de la ONU.
Paralelamente, las FDI atacaron varias plantas destinadas a la producción de misiles balísticos en el área metropolitana de Teherán, incluyendo instalaciones donde se fabrican componentes para misiles tierra-tierra como los modelos Ghadr, Emad y Kheybar Shekan. Según un informe del Institute for the Study of War, estas plantas son administradas por el Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica (IRGC) y son vitales para el arsenal militar de Irán, utilizado en ataques previos contra Israel.
Fatima Hosseini, una residente de un barrio al sur de Teherán, relató a la agencia estatal IRNA: “Escuchamos explosiones durante horas, como si el cielo estuviera cayendo”. Videos verificados por la BBC mostraron incendios en una amplia zona industrial, con equipos de emergencia luchando contra las llamas. Las autoridades iraníes informaron de al menos 224 muertes desde el 13 de junio, con la mayoría de las víctimas siendo civiles, según el Ministerio de Salud iraní.
Este ataque aéreo se inscribe en el contexto de una escalada de hostilidades que comenzó el 13 de junio, cuando Israel lanzó la operación "Rising Lion", resultando en la muerte de figuras clave del IRGC como el comandante Hossein Salami y el jefe de inteligencia Mohammad Kazemi. En represalia, Irán disparó más de 400 misiles balísticos y numerosos drones hacia Israel; sin embargo, solo un pequeño número logró evadir el sistema de defensa Iron Dome. Un ataque iraní en Bat Yam, al sur de Tel Aviv, el lunes dejó un saldo trágico de cuatro muertos y más de 100 heridos.
El líder supremo iraní, Ayatollah Ali Khamenei, prometió una “respuesta feroz” y advirtió que “ningún lugar en Israel estará a salvo”. En un discurso transmitido por televisión, acusó a Israel de “declarar la guerra” y afirmó que las fuerzas iraníes están preparadas para un contraataque masivo. Ante esta situación, la administración estadounidense, encabezada por Donald Trump, ha expresado su respaldo a Israel, al mismo tiempo que instó a Irán a buscar un acuerdo nuclear para evitar la “destrucción mayor”.
Las reacciones a estos sucesos han sido casi unánimes en su condena. Tanto Rusia como China han calificado los ataques israelíes como una violación de la soberanía iraní, mientras que el secretario general de la ONU, António Guterres, pidió “máxima moderación” para prevenir una escalada regional. La Unión Europea emitió una declaración conjunta en la que expresaba su preocupación por el impacto humanitario y llamaba a un alto al fuego inmediato. A su vez, el senador estadounidense Marco Rubio, secretario de Estado, aclaró que Estados Unidos no participó en los ataques, pero reafirmó su compromiso con la protección de sus fuerzas en la región.
Este ataque representa un punto de inflexión en el prolongado enfrentamiento entre Israel e Irán, que podría desencadenar una guerra regional con consecuencias impredecibles. La decisión de Israel de atacar directamente el corazón del programa nuclear de Irán resuena como una estrategia de máxima presión, respaldada en gran medida por la administración Trump, que busca forzar a Irán a negociar desde una posición de debilidad. Sin embargo, esta táctica podría tener el efecto contrario, radicalizando aún más al régimen iraní y fortaleciendo su determinación de acelerar clandestinamente su programa nuclear.
A nivel regional, los ataques debilitan a aliados de Irán, como Hezbollah y los Houthi, que han enfrentado ofensivas paralelas por parte de Israel. Sin embargo, también han disparado el sentimiento antiisraelí en Teherán, donde el régimen de Khamenei enfrenta presiones internas por sanciones económicas y manifestaciones sociales. La retórica beligerante de Irán sugiere que el régimen podría optar por una respuesta asimétrica usando proxies o ataques cibernéticos, complicando aún más la situación.
Globalmente, el conflicto pone de manifiesto las divisiones entre potencias. Con Rusia y China como aliados estratégicos de Irán, existe el riesgo de que aumenten su apoyo militar. La postura ambivalente de Estados Unidos —que apoya a Israel pero evite una intervención directa— refleja el delicado equilibrio que busca mantener la administración Trump en un contexto de un electorado que rechaza más guerras. La cancelación de las conversaciones nucleares en Omán, previstas para esa misma semana, indica que la opción diplomática se encuentra cerrada, al menos temporalmente.
Los recientes ataques de Israel a instalaciones nucleares y plantas de misiles en Teherán han llevado el enfrentamiento con Irán a un nuevo nivel de intensidad. Mientras las alarmas suenan en Tel Aviv y los escombros se acumulan en la capital iraní, el mundo contiene la respiración, consciente de que un solo error de cálculo podría desencadenar una guerra de proporciones devastadoras. La pregunta que queda es si la diplomacia podrá prevalecer en este clima de tensión extrema, antes de que Oriente Próximo cruce el umbral hacia un conflicto irreparable.
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