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La universidad cambia el nombre de su Departamento de Diversidad tras presiones del presidente y el corte de fondos federales, en un giro polémico.
Estados Unidos30 de abril de 2025Cambridge, Massachusetts, EE. UU. - La Universidad de Harvard, bastión histórico del pensamiento académico y símbolo de prestigio en Estados Unidos, ha dado un paso inesperado al ceder parcialmente a las presiones del presidente Donald Trump. En un movimiento que ha desatado debates encendidos, la institución anunció el cambio de nombre de su Departamento de Diversidad, Equidad e Inclusión (DEI) a "Vida en la Comunidad y en el Campus", tras el congelamiento de 2.200 millones de dólares en fondos federales. Este giro, ocurrido el 28 de abril de 2025, refleja una concesión simbólica que busca calmar las aguas con la administración Trump, mientras mantiene viva la esencia de sus políticas inclusivas bajo una nueva fachada.
El conflicto se desató cuando Trump, en el marco de su agenda contra lo que denomina "políticas woke", exigió a Harvard eliminar sus programas DEI, acusándolos de promover "discriminación ilegal e inmoral". La administración federal respaldó esta postura con una medida drástica: el bloqueo de 2.200 millones de dólares en fondos destinados a investigación y proyectos clave. Esta presión económica puso a prueba la resistencia de Harvard, una universidad con un endowment de 53 mil millones de dólares, pero que depende en parte de subsidios federales para mantener su maquinaria académica en marcha.
Sherri Ann Charleston, hasta entonces directora de la Oficina de DEI, comunicó la decisión a través de un correo electrónico enviado a estudiantes, profesores y personal administrativo. "Debemos agudizar nuestro enfoque en fomentar conexiones a través de las diferencias y cultivar una cultura de pertenencia como una experiencia vivida", escribió Charleston, quien ahora ostenta el título de Jefa de Vida en la Comunidad y en el Campus. El cambio, efectivo de inmediato, busca despolitizar el nombre del departamento sin abandonar sus objetivos fundamentales, aunque muchos lo ven como un gesto de rendición ante la Casa Blanca.
El trasfondo de esta decisión es tan complejo como revelador. Todo comenzó el 14 de abril, cuando el presidente de Harvard, Alan Garber, rechazó públicamente las demandas de Trump, que incluían no solo la eliminación del DEI, sino también la prohibición de máscaras en protestas estudiantiles y la supervisión estricta de estudiantes internacionales. "No sacrificaremos nuestra independencia ni nuestros derechos constitucionales", afirmó Garber en una carta abierta. Sin embargo, la respuesta del gobierno fue inmediata: el congelamiento de fondos, una advertencia del Departamento de Educación sobre posibles sanciones adicionales y la amenaza de llevar el caso a los tribunales.
La presión no tardó en dar frutos. Además del renombramiento, Harvard anunció que dejará de financiar y organizar celebraciones de graduación para grupos de afinidad, eventos que habían sido criticados por separar a los estudiantes según raza, género u orientación sexual. Según The Harvard Crimson, el periódico estudiantil, esta medida responde directamente a las advertencias del Departamento de Educación, que consideró dichas prácticas contrarias a la igualdad bajo la ley. El caso del congelamiento de fondos, por su parte, ya está en manos de la justicia, con una primera audiencia programada para el 21 de julio de 2025.
La comunidad académica no ha recibido la noticia con indiferencia. Más de 600 profesores firmaron una carta instando a la universidad a resistir las demandas de Trump, mientras que cientos de estudiantes organizaron protestas en el campus, portando pancartas con mensajes como "Diversidad no es negociable". Sin embargo, las realidades económicas y legales parecen haber pesado más que los ideales. "Harvard no puede operar sin esos fondos", admitió un profesor anónimo al Crimson. "Es una cuestión de pragmatismo, no de derrota total".
El nuevo nombre, "Vida en la Comunidad y en el Campus", ha generado interpretaciones diversas. Para algunos, es una maniobra astuta que preserva las actividades del DEI bajo un título menos provocador; para otros, una capitulación humillante ante un presidente que ha hecho de la lucha contra la "corrección política" una bandera personal. Charleston defendió el cambio como un "enfoque renovado" hacia la inclusión, pero sus palabras no han silenciado a los críticos, quienes ven en esto un retroceso en la lucha por la representación de minorías.
El impacto de esta decisión trasciende los muros de Harvard. Otras universidades de élite, como Columbia, han enfrentado presiones similares, y muchas observan este caso como un termómetro de lo que podría venir. Columbia, por ejemplo, aceptó demandas parecidas para recuperar sus fondos, mientras que Harvard optó por un camino intermedio: ceder en lo simbólico mientras desafía al gobierno en los tribunales. Este equilibrio refleja la delicada posición de las instituciones académicas en un Estados Unidos profundamente polarizado.
La administración Trump, por su parte, no ha tardado en adjudicarse la victoria. En un tuit publicado el 29 de abril, el presidente escribió: "Harvard finalmente entiende que la discriminación DEI no tiene lugar en América. ¡Un gran día para la meritocracia!". Sus seguidores celebraron el cambio como un golpe contra el "despertarismo", aunque los detractores señalan que las actividades del departamento no han desaparecido, solo se han maquillado bajo una nueva etiqueta.
El futuro de este enfrentamiento sigue siendo incierto. La audiencia de julio será clave para determinar si Harvard recupera sus fondos o si la administración Trump intensifica su ofensiva. Mientras tanto, la universidad camina sobre una cuerda floja, intentando preservar su legado de autonomía académica sin sacrificar su viabilidad financiera. Para los observadores, este episodio no es solo una batalla por un nombre, sino un reflejo de las tensiones culturales y políticas que definen la América de 2025.
Según fuentes de The Times en español, el renombramiento del DEI sería visto como un "malabarismo semántico digno de un Oscar". "De Diversidad a Vida en la Comunidad en un solo salto mortal. Si esto no es rendirse con elegancia, que alguien nos explique qué es", podría leerse en sus páginas. El diario también aprovecharía para lanzar dardos a la administración Trump: "El presidente que odia las máscaras y ama los muros ahora decide cómo se llaman las oficinas en Cambridge. ¿Próximo paso? Renombrar Yale a Escuela de Lealtad Patriótica".
El análisis no se quedaría en la superficie cómo este episodio expone la vulnerabilidad de las universidades de élite ante el poder político, incluso aquellas con arcas llenas. "Harvard pensó que su endowment era un escudo, pero olvidó que hasta los reyes caen cuando les cortan el suministro", diría un comentarista ficticio, con un guiño a la ironía de que una institución progresista termine cediendo a un gobierno conservador. Todo esto, claro, salpicado de humor: "Quizá el próximo curso ofrezcan Diplomacia Trumpiana 101. Requisito: saber cambiar nombres rápido".
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