El pacto incluye suministros de tierras raras y una reducción de aranceles, pero genera escepticismo ante el historial de tensiones entre ambas potencias.
Estados Unidos11/06/2025
Diego Arenas
Washington, Estados Unidos, – En un avance que podría transformar las relaciones económicas entre las dos mayores potencias del mundo, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, anunció un nuevo acuerdo comercial con China. A través de su plataforma Truth Social, Trump destacó que este acuerdo representa un paso hacia una relación “excelente” con Beijing.
El anuncio se produjo después de intensas negociaciones en Londres, donde delegaciones lideradas por el secretario del Tesoro estadounidense, Scott Bessent, y el viceprimer ministro chino, He Lifeng, lograron progresos significativos. Este acuerdo reactiva una tregua comercial pactada el mes anterior en Ginebra, que redujo los aranceles de 145% a 30% para productos chinos en EE. UU. y de 125% a 10% para productos estadounidenses en China. Sin embargo, las tensiones previas entre ambas naciones dejan un aire de escepticismo sobre el futuro del pacto.
El núcleo del acuerdo radica en el compromiso de China de proporcionar minerales de tierras raras, esenciales para diversas industrias, incluyendo la tecnológica, automotriz y de defensa. Elementos como el neodimio y el disprosio son fundamentales en la producción de semiconductores y vehículos eléctricos. “China proveerá por adelantado todos los imanes y las tierras raras necesarias”, afirmó Trump, resaltando que esto aliviará las preocupaciones de Estados Unidos por las restricciones chinas en este ámbito.
El acuerdo también incluye la admisión de estudiantes chinos en universidades estadounidenses, lo que Trump calificó de “históricamente positivo” para ambas naciones. En el contexto arancelario, EE. UU. mantendrá un 55% sobre productos chinos, mientras que China aplicará un 10% a importaciones de EE. UU., una clara asimetría que fue presentada por Trump como un triunfo para su administración.
El secretario de Comercio estadounidense, Howard Lutnick, subrayó que el acuerdo aborda “la preocupación de EE. UU. por las compras restringidas de tierras raras”. En respuesta, el viceministro de Comercio chino, Li Chenggang, describió el diálogo como “racional, profundo y franco”, mostrando optimismo respecto a la mejora de la confianza bilateral.
Este anuncio ocurre en un contexto crítico para las relaciones entre Estados Unidos y China, que han estado marcadas por una guerra comercial intensa desde principios de 2025. En abril, Trump impuso aranceles de hasta 145% a productos chinos, argumentando la necesidad de contrarrestar prácticas comerciales desleales, mientras que China respondió con aranceles del 125% y restricciones a la exportación de tierras raras, afectando profundamente las cadenas de suministro estadounidenses.
La tregua alcanzada en Ginebra el mes pasado buscaba reducir estas tensiones, pero las acusaciones de incumplimiento amenazaron su viabilidad. Washington acusó a Beijing de demoras en la exportación de minerales cruciales, mientras que China criticó los controles estadounidenses sobre la venta de chips de inteligencia artificial. La llamada telefónica entre Trump y Xi el 5 de junio, considerada “muy buena” por el presidente estadounidense, sirvió como un preludio a las negociaciones en Londres.
Las consecuencias económicas de esta guerra han sido palpables. Las exportaciones chinas a EE. UU. cayeron un 12,7% en mayo respecto a abril, y las importaciones estadounidenses desde China alcanzaron su nivel más bajo desde 2020, con 29.400 millones de dólares. El Fondo Monetario Internacional redujo sus previsiones de crecimiento global para 2025 en 0,5 puntos, afectando a EE. UU. en 0,9 puntos y a China en 0,6 puntos.
El anuncio del acuerdo ha suscitado reacciones diversas. En Wall Street, los mercados mostraron optimismo moderado: el índice S&P 500 subió un 0,4%, mientras que el CSI 300 chino avanzó un 0,8%. No obstante, analistas advierten que los detalles carecen de claridad y que la implementación del pacto podría enfrentar obstáculos significativos. “Es un paso positivo, pero la asimetría en los aranceles y la falta de claridad sobre los plazos generan incertidumbre”, comenta Mary Lovely, experta en comercio del Instituto Peterson.
En China, los medios de comunicación estatales como China Daily resaltaron la disposición de Xi para continuar el diálogo, pero evitaron entrar en detalles sobre concesiones específicas. En las redes sociales chinas, algunos usuarios expresaron dudas, recordando promesas incumplidas de acuerdos anteriores. “Trump siempre habla de victorias, pero los detalles nunca llegan”, escribió un usuario en Weibo, según reportes de BBC.
El sector empresarial estadounidense, particularmente en tecnología y defensa, celebró el compromiso sobre las tierras raras. “Esto podría estabilizar nuestras cadenas de suministro”, afirmó John Neuffer, presidente de la Asociación de la Industria de Semiconductores. Sin embargo, los agricultores estadounidenses, que han sufrido las consecuencias de los aranceles, pidieron aclaraciones sobre cómo el acuerdo beneficiará al sector rural.
Este acuerdo tiene el potencial de impactar significativamente el comercio global, que ha estado en crisis debido a la guerra comercial. Países del Sudeste Asiático, como Vietnam y Malasia, que han absorbido parte de las exportaciones chinas desviadas, observan con interés. El presidente Xi ha intensificado su diplomacia en la región, instando a estas naciones a resistir la presión de EE. UU. para aislar a China.
Desde Europa, la Unión Europea expresó cautela ante el pacto. “Cualquier acuerdo debe respetar las reglas del comercio internacional”, comentó un portavoz de la Comisión Europea. Japón y Corea del Sur, aliados de EE. UU., también buscan negociar exenciones arancelarias, temiendo quedar atrapados en un conflicto que los involucre.
El anuncio de Trump sobre un nuevo acuerdo comercial con China marca un punto de inflexión en una relación históricamente complicada. Sin embargo, este pacto se presenta más como una tregua que como una solución definitiva. La asimetría en los aranceles –55% para EE. UU. y 10% para China– refleja la estrategia de Trump de proyectar fuerza, aunque también muestra las limitaciones de su enfoque.
La dependencia de EE. UU. de las tierras raras chinas y la necesidad de estabilizar la economía doméstica han llevado a Washington a ceder más de lo que Trump reconoce públicamente. Para Xi, el acuerdo es una victoria táctica que refuerza su posición como potencia manufacturera, evitándole una escalada en sus problemas económicos internos.
A nivel global, este acuerdo podría aliviar las presiones sobre la economía mundial, pero también intensifica la competencia por influencia en regiones en desarrollo. La diplomacia de Xi en Asia, África y América Latina busca contrarrestar el aislamiento promovido por Trump, mientras que Washington busca forjar alianzas que marginen a China. Países como India, Japón y la UE se encuentran ahora en la complicada tarea de gestionar sus relaciones con ambas potencias.
La efectividad a largo plazo del pacto dependerá de la capacidad de ambos líderes para superar la desconfianza mutua y resistir las presiones internas. En EE. UU., los sectores agrícola e industrial demandarán resultados tangibles, mientras que en China, el nacionalismo enfatizado por el Partido Comunista limitará las concesiones de Xi. Si el acuerdo fracasa, el riesgo de una nueva escalada comercial continúa latente. Por lo tanto, el mundo observa con cautela este frágil equilibrio.
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